Domingo, 19 de noviembre de 2017
El público fue el gran protagonista de la segunda noche del Festival del Litoral
Con un cartel de lujo, donde sobresalieron los "grandes" de la música regional, el público que colmó las gradas del Anfiteatro Manuel Antonio Ramírez dio la nota al convertirse en el principal animador de una velada cargada de una emotividad difícil de igualar.
Reunir en un mismo escenario a figuras de con una trayectoria como las de María Ofelia, Ramón Ayala, el Pato García, Mario Bofill y Los Tres el Río, combinados con dos tanques de la nueva generación como Joselo Schuap o la siempre sorprendente Diana Amarilla, dieron como resultado una noche de elevado nivel artístico y desbordante emotividad.
Con más de 40 años sobre los escenarios, Los Tres del Río se han convertido en embajadores de nuestra cultura en cada una de sus muchas excursiones al viejo continente, llevando a escenarios lejanos nuestra identidad cultural. Los Tres del Río, que en realidad son cuatro, fueron los que levantaron los primeros vítores delpúblico, y en su arte esa "Posadeña Linda" que todos queremos y cantamos tanto, fue más bella aún.
Para cuando el Ballet Oficial del Festival hizo su primera entrada con un impactante homenaje a la música regional (con bailarines colgados de arneses incluidos), las pupilas del respetable parecieron estallar, de la misma manera que lo hicieron cuando de la mano de esos fantásticos bailarines hizo su presentación la inigualable María Ofelia, que refrendó su comunión con el público misionero con esa personalidad imposible de imitar. Si hablamos de química con el público, es imposible no referirse a Mario Bofill. El correntino más misionero, dialoga, cuenta chistes y se divierte mientras en las gradas el placer se nota en las miradas y el festejo de cada una de sus intervenciones. Definitivamente, Mario Bofill es EL chamamé.
Si decimos que Mario Bofill es EL chamamé, para hacer justicia hay que decir que Ramón es la tierra colorada, y el río y la verde selva también. Ramón Ayala, nuestro Ramón Ayala, con 90 años parece de 30. Coqueto y locuaz, levantó al público con sus comentarios y regaló un nuevo valsecito al que llamó "Encuentro en el Paraná". Siguiendo con este póquer de grandes, fue enorme la presentación de Ángel García. Imponente la trayectoria del Pato, que escoltado por Pinucho Fiorino, Rody Sánchez y Beto Encina, se siente tan cómodo en el escenario Alcibíades Alarcón, como en el Madison Square Garden o en la mesa de un sheik.
La hora de los jóvenes veteranos
En todas las ramas del arte el recambio generacional es un punto crucial, y por más que siempre respetemos a los hacedores de la historia, como a cada uno de los nombrados en los párrafos anteriores, el show debe continuar. Así encontramos a los cada vez más solventes hermanos Alan y Nazareno Brítez, que desde su virtuosismo arrancaron con un "Neike chamigo" a puro brío. Con ellos, Leo Zarur en voz el combo chamamecero adquiere otra dimensión. Zarur se devoró, literalmente, el Manuel Antonio Ramírez, que se vio inundado por su poder vocal con una "Galopera" a capella que no será fácil de olvidar y a la que el público, agradecido, recompensó con otra de las grandes ovaciones de la noche.
Hablando de ovaciones, si ésta es la mejor paga para un músico, Diana Amarilla es millonaria. La joven estrella recibió el cariño del público desde su misma aparición, y respaldada por un seleccionado de músicos como Juan y Pico Núñez, junto a Leandro Yahny, Darío Vega y Diego Velázquez, regaló todo su poder vocal y carisma innato. Es obvio que Diana Amarilla ama Posadas, de la misma manera que nadie puede negar que Posadas ama a la nueva diva que brilla en el firmamento nacional.1
Homenajes a dos grandes
Sin solemnidad pero con máximo respeto, dos figuras de la música de acá fueron homenajeadas en ausencia. Así como en la noche del sábado los Hermanos Chávez fueron galardonados con el Mensú de Oro (un acto de justicia que la comunidad artística agradeció sobre todo por el hecho que los hermanos tienen más de 80 años), la Comisión de esta edición del festival decidió rendir homenaje a otro héroe no reconocido del chamamé, como lo fue Blas Martínez Riera (fallecido casi en el olvido hace 15 años), a quien se reconoció con una placa que fue entregada a sus hijos Blas y Ernesto.
Ya de manera extraoficial, pero con una carga de emotividad que se pudo medir en Megatones, el espíritu del gran Ichu Castillo fue recordado en el Alcibíades Alarcón cuando Joselo Schuap y su troupe chamamecera pisó el escenario para el delirio del público. Joselo es de esos trovadores que cuentan cuentos de barrio, historias sencillas de la gente de acá. Su set, que supo a corto en medio de la vorágine que implica seguir el ritmo de la grilla de un festival, incluyó a dos grandes cantores como Cambá Gauna y Juan Rodríguez, una arpista y a Matías, de 9 años, que dejó mudas primero y exultantes después, a las cinco mil almas que colmaron el anfiteatro que balconea sobre el río Paraná. Y si el público estaba eufórico con el poder de la voz del jovencito de Santa Ana, las pupilas se desbordaron cuando Espiral Infinita, esa alma que late desde Villa Blosset, irrumpió con sus tambores demostrando que el Tío Ichu Castillo nunca se fue.